viernes, 19 de marzo de 2010

“El futbolista juega pero no habla de futbol”: “Bolillo” Gómez


El diálogo, competencia de los equipos para aprender e innovar


“El futbolista de hoy no habla de futbol y no sabe de futbol, no hablan entre ellos de futbol”. Esta frase se la escuché en una seminario a Hernán “Bolillo” Gómez, exentrenador de la selección Colombia de futbol, en evento al que asistí porque quiero indagar sobre el liderazgo en este deporte; por tiempo y fanáticos, no logré grabar mi programa con él, solo un par de preguntas.

Haciendo las relaciones con nuestro tema de interés, los jefes y equipos, recuerdo un vacío que he encontrado seguido en las organizaciones: la baja competencia colectiva para el análisis, el estudio y la reflexión; es decir, no saber aprender, corregir, mejorar ni innovar.

¿Significa que si hablamos todo el día de nuestro trabajo, mejoraremos nuestro desempeño? ¡No! De hecho, considero que hay que poner límites a ese tema de conversación, lo cual he sostenido en varios artículos (por ejemplo, el de Jefes Inteligentes, cuyo link les coloco http://chasqui.comunica.org/content/view/428/1/).

El punto está en saber conversar y en el escenario de conversación: tenemos la mala costumbre de hablar de trabajo mientras disfrutamos de un paseo y terminamos intentando solucionar un problema de oficina en momentos de distensión; obvio, la solución puede no ser implementada y el perjudicado puede entrar en conflicto por eso.

“Hablar de futbol entre ellos” implica estudiar de futbol, analizar los partidos, los equipos, los jugadores; comparar nuestro desempeño con nosotros y con otros; y, algo muy importante, crear un ambiente de crítica que nos permita describir los errores, analizarlos y aprender de ellos, sin juzgar ni perjudicar a las personas.

A manera de ejemplificar el daño que se obtiene de un mal manejo del error, otro caso de futbol reciente, que cita un arquero del equipo Junior de Barranquilla: dice Muñoz que cuando el anterior portero titular Berbia cometía un error (que usualmente terminaba en gol), empezaron a atacarlo y que poco a poco disminuyó la confianza en el jugador y la colectiva en la defensa; eso empezaba a repetirse; el asunto creció tanto, que cualquier error se le adjudicaba al arquero, sin mirar a otros jugadores ni la situación. (En este caso, considero que los periodistas deportivos se equivocaron al culparlo de cuanto error hubo, pues lo lapidaron, sin evaluar el daño que causaba al equipo.)

El error hay que estudiarlo sin juzgar a la persona; hay que diferenciar la dimensión afectiva-emotiva de la consecuencia del error, del análisis racional y mesurado del hecho, en su síntoma y su causa, y de manera integral o sistémica, no lineal ni aislada.

Este ejercicio es una de las condiciones para crear entornos orientados al aprendizaje. Esto nos permite una capacidad de análisis-solución-acción, que nos lleva primero a corregir, luego a mejorar, y después a innovar.

Ser capaces de estudiar el error y “hablar de futbol” son productos de la competencia del diálogo, una conversación dedicada a indagar, a comprender, a conocer, a mirar desde la perspectiva del otro. Cuando uno dialoga, abre puertas, corre límites, mueve fronteras.

Uno de las principales dificultades para el diálogo es mental y cultural: tendemos a juzgar y prejuzgar; preferimos culpar a otros que vernos a nosotros (recuerda la viga); el afán de “quedar bien” hace que rehuyamos aceptar un error y evadamos la responsabilidad; algunos prefieren “no pisarse las mangueras” y se “hacen los locos” con los errores.

Poco vale que “hablemos de futbol” si solo manejamos estadísticas, si solo mencionamos fechas; o, peor aún, si intentamos imponer nuestro criterio a los demás o rechazamos las opiniones de los otros.

En nuestras organizaciones, “hablemos de futbol”:

- Mantengamos momentos semanales para la evaluación crítica, pilar de los llamados grupos primarios o naturales.

- Creemos grupos de estudios, donde podamos compartir las experiencias de los compañeros o las de terceros.

- Conozcamos y aprendamos de nuestros procesos, y de aquellos en los cuales compartimos responsabilidades y actividades.

- Observemos a los demás, pues podemos ver lo que ellos por su actividad y rutina han perdido de vista.

- Pidamos, casi que exijamos a otros, que observen nuestras actividades y desempeño, y nos den sus ideas y recomendaciones.

- Escuchémoslas, con ánimo de aprender; no “matemos” ni al mensajero ni al mensaje.

- Pidamos y aprovechemos de los clientes sus evaluaciones y sugerencias.

“Hablar de futbol” nos vincula a nuestra actividad, un paso hacia para ser mejor y más competitivos.